En el extremo norte del Cementerio General se ubica el Patio 29, lugar que durante la dictadura militar fue testigo del ocultamiento de cuerpos de víctimas de la represión del Estado. Sin embargo, el Patio 29 se convirtió también en uno de los primeros lugares de resistencia en contra del régimen, gracias a su condición de espacio público resguardado.
El proyecto buscó proteger la condición original del sitio-monumento, al mismo tiempo que se propuso enmarcar, diferenciar y destacar al Patio 29 de su entorno. Formando una gran “L” que bordea al monumento por el oriente y el norte, el memorial se configura como una plataforma, siendo ésta la única intervención material proyectada. Se decidió no intervenir dentro del polígono del Patio, contrastando el sitio a través del marco, tomando así ventaja de su propia elocuencia simbólica.
En su lado más angosto, en el sentido norte-sur, el memorial es una simple pasarela, en el sentido oriente-poniente en cambio gana en amplitud y altura, producto del descenso del terreno y del alejamiento de la calle, convirtiendo al zócalo en escenario y tribuna.Hacia el lado norte, el memorial se transforma en una gran escalera, que por la disposición de las piezas que lo componen, se convierte en lugar de detenimiento.